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Edificando Emaús - 5ta Dimensión: Diaconía del Servicio y Misión Evangelizadora y Pastoral

Foto del escritor: Movimiento Camino de EmaúsMovimiento Camino de Emaús

Actualizado: 15 nov 2020


Material de Catequesis y Oración


LUNES 13 DE JULIO


Esta Dimensión expresa la síntesis de nuestro Carisma. Veremos cómo cada dimensión se entrelaza alimentando y sosteniendo esta quinta dimensión. En esta dimensión del carisma somos llamados a la “autotrascendencia personal” que pone de manifiesto la idea que tenemos en Emaús sobre el ser humano, es decir, nuestra concepción antropológica y existencial del hombre como “persona” (Visión personalista existencial). Es el fruto maduro de la obra del Espíritu en el corazón de los Discípulos de Jesús que se hacen Misioneros de su Pascua en el camino de los hermanos. Nuestra Diaconía del servicio nos identifica con Jesús Diácono y servidor del Padre.


"SOMOS LLAMADOS Y LLAMADAS POR NUESTRO NOMBRE PARA LA MISIÓN"

Hoy les proponemos comenzar nuestra reflexión considerando cómo nuestro encuentro y relación con Jesús Resucitado se hace Acompañamiento y nos lleva a la Vida Comunitaria. Así, en esta quinta dimensión del Servicio y Misión veremos que la Primera, la Segunda y la Cuarta dimensión de nuestro carisma se entrelazan como los maderos de la cruz de Jesús: uno, vertical nos lleva al Padre y en el horizontal vamos llevando la creación y cargando a los hermanos en nuestros hombros para acercarlos al amor del Padre. Veamos primero este texto del Evangelio de Marcos:

Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso.

Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. (Mc 3, 13-19)

Jesús sube a la montaña, lugar simbólico en la Escritura para designar el lugar de encuentro de Dios con su Pueblo. Allí, junto al Padre, toma la iniciativa de llamar a los suyos: Nos llamó, nos esperó, nos acompaño y nos incorporó. Y en esa unidad con él y con el Espíritu Santo, podemos decir no ya “yo” sino “nosotros”. Nuestra vocación a formar parte de su familia es un regalo, pero Dios necesita nuestro consentimiento: así lo expresa la frase “ellos fueron hacia Él”. Son muchos los desafíos y las tentaciones que nos acobardan al momento de responder a ese llamado y ponernos en camino. Desde el miedo, el egoísmo, la cobardía o la incredulidad, siempre las dificultades surgen porque miramos nuestras capacidades y talentos sin mirar a Dios. Dios hace equipo con nosotros para responder a las necesidades del mundo y los hermanos. El “fruto” de toda misión necesita de nuestra tierra y de la semilla de la Gracia. Por lo tanto la dinámica del evangelio es la fecundidad de Dios que cuando nos fecunda nos hace generadores de vida.

Querer y ser querido es el secreto de la vida humana, el amor nos hace vulnerables. Dios es amor y es vulnerable: necesita de nosotros. Él quiere ser querido porque nos ha amado primero. El quiere que lo protejamos, y proteger a Dios es proteger al ser humano.

Así lo descubrió Etty Hillesum en los campos de exterminio Nazi: Dios no puede hacerse presente cuando los seres humanos se abocan a la injusticia o a la crueldad con los otros. Jesús también nos envía hoy con poder para expulsar los demonios que se ensañan en ahogar la vida.


Compartimos algunos fragmentos del diario de Etty[1] (1914-1943), condenada a muerte, en un campo de concentración:


Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: Que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

Etty descubrió allí su vocación de acompañar y de ayudar con su misericordia al mismo Dios de la misericordia. Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a seguir, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que él quería “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24). Dios no nos saca de este mundo, no nos quita el dolor, pero nos ofrece la certeza de que está con nosotros, con su misericordia, queriendo que lo acompañemos, acompañando a los que sufren.[2]


Ahora vamos a reflexionar con otro texto del evangelista Juan:

Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía». Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». (Jn 1, 35-42. 47-51)

Con Jesús todo comienza con la mirada a la persona. Jesús, la Palabra hecha carne, mira, contempla y sólo entonces habla. Su primera palabra es una pregunta que toca nuestra mente y nuestro corazón: ¿Qué están buscando? El vínculo que Jesús quiere ofrecernos rinde homenaje a nuestra libertad. La mirada y la palabra de Jesús nos cambian para siempre como a Pedro. Jesús nos cambia el nombre porque la vocación de este llamado nos entrega una identidad nueva, refunda nuestra identidad porque nos es dada nuestra misión personal. ¡Dios nos resucita con su vida nueva para enviarnos! Jesús da un nuevo horizonte a nuestra vida, un rumbo y un norte decisivos.

Como toda historia de fe, nuestra vocación comienza con la provocación / invitación de Dios como a Abraham: “deja tu tierra y tu casa” (Gn 12, 1). Dios siempre sostiene su invitación con una promesa: “De ti haré un gran pueblo, y por ti se bendecirán todas las naciones” (Gn 12, 2). Así la peregrinación de la fe se expande entre la llamada y la promesa. Caminante de Emaús: ¿A qué te está invitando Dios hoy? ¿Qué realidades y hermanos se verán bendecidos hoy por tu vida? ¿Qué realidades ven hoy tus ojos que necesiten conocer el amor del Padre?

La misión es nuestra identidad entregada. Nuestros talentos y capacidades, nuestros dones y sueños son un “combo” único e irrepetible, una respuesta del Padre para una necesidad del mundo. Hemos sido tejidos con amor en el seno de nuestra madre para hacer realidad un sueño del Padre para nuestra realidad:

“Tú Señor formaste mis entrañas -me tejiste en el seno de mi madre. Mis huesos no escapaban a tu vista –cuando yo era formado en el secreto, o cuando era bordado en las profundidades de la tierra. Tus ojos ya veían mis acciones –y ya estaban escitas en tu libro.” (Sal 139 (138), 13.15-16a)

Volviendo al texto evangélico de Juan, vemos que Andrés primero llama a Jesús Rabbí, luego lo nombra como Mesías. La identidad de Jesús se nos va regalando en la misión en la medida que nos vamos entregando. Esta revelación nos es dada y profundizada en la relación con los hermanos. La comunidad que nace del encuentro con Jesús tendrá la experiencia de la plena comunión con Dios: verán el cielo abierto. La comunión con el Padre nos permite realizar la misión. La religión es por naturaleza la relación entre Dios y el hombre, que cristaliza en la oración. Este dialogo es recreado en la creación y es recreado en la biblia en etapas de revelación hasta encontrar su forma definitiva en Jesucristo.

Así, la Escritura, que es registro de la historia de salvación, nos ayuda a leer nuestra propia historia de salvación. Podemos ver nuestras vidas como un tejido conversado entre Dios y nosotros con grandes partes de silencio, nuestras y de Dios. El silencio es parte del diálogo, es el lugar donde madura lo escuchado, donde madura lo dado y recibido, donde madura la intención… en definitiva, donde se apresta el corazón para volver a recibir. La dimensión de la Diaconía de la Palabra nos ayuda a que ese encuentro personal y o comunitario desde la Palabra de Dios se abra a la misión. Cuando nos hemos encontrado con el Señor Resucitado, no podemos callar lo que hemos visto y oído, somos enviados a anunciar. Así lo aprende María Magdalena de labios del Resucitado: “Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»” (Jn 20, 17). María ha sido llamada por su nombre y en este encuentro se le ha dado a conocer quién es el Señor (Hijo del Padre), quién es ella (una discípula misionera), y quiénes son los demás (hermanos y hermanas). En el primer día del mundo resucitado, en el Edén de la Nueva Creación se hacen nuevas todas las relaciones (Ap 21, 5). Ahondaremos este tema el día miércoles.

A continuación les proponemos dos medios para ahondar la reflexión de esta 5ta Dimensión: desde la escritura y desde el testimonio de los hermanos.

ORACIÓN

En primer lugar, les proponemos ahora orar este anuncio. Para ello, podemos comenzar con el Salmo 8, Salmo del Nombre de Dios, para ponernos en su presencia y pedir el Espíritu Santo de modo que al orar con la Escritura la podamos interpretar con el mismo Espíritu dador de Vida Nueva que la inspiró:


¡Señor, nuestro Dios,

qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:

con la alabanza de los niños y de los más pequeños,

erigiste una fortaleza contra tus adversarios

para reprimir al enemigo y al rebelde.

Al ver el cielo, obra de tus manos,

la luna y la estrellas que has creado:

¿qué es el hombre para que pienses en él,

el ser humano para que lo cuides?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y esplendor;

le diste dominio sobre la obra de tus manos,

todo lo pusiste bajo sus pies:

todos los rebaños y ganados,

y hasta los animales salvajes;

las aves del cielo, los peces del mar

y cuanto surca los senderos de las aguas.

¡Señor, nuestro Dios,

qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

Ahora les proponemos orar con dos textos vocacionales:

Jer 1,4-10 y/o Lc 1,26-37.

Para personalizar nuestra lectura, podemos considerar las siguientes preguntas:

· ¿Qué significa mi nombre o sobrenombre para mí?

· ¿Qué aspectos de mi identidad me invita hoy el Padre a regalar en forma de servicio?

· ¿Qué me ha ido revelando de sí el Padre en mis servicios y entregas?

· ¿Qué obstáculos pongo a la Gracia para orar, para la vida comunitaria y para la misión?

· ¿En qué necesito ser nueva creatura para encarar la misión que se me ha encomendado?

Podemos escuchar esta canción para ayudarnos a meditar estas preguntas.


Testimonios


Te proponemos escuchar los testimonios de nuestros hermanos Pablo Rodríguez Bilella y Federico Flores.




Después de meditar estos testimonios y considerar el testimonio de vida de Etty Hillesum, te invitamos a que escribas unas líneas en tu bitácora para plasmar el nuevo llamado que hoy te hace Jesús y el nombre nuevo que te da: tu nombre de misión. El nombre que indica tu identidad y la misión. Por ejemplo, tu nombre puede ser piedra, paloma, agua, palabra, etc.

Contale a tu comunidad qué nombre recibiste hoy. Zacarías escribió el nombre de su hijo, Juan el Bautista, sobre una tablilla para que todos pudiesen verlo con asombro (Lc 1,63). Esta tablilla evocará otra inscripción, escrita por Pilatos para ser colgada en la cruz de Jesús. Esta inscripción revelaba la identidad y la misión del crucificado: “Jesús Nazareno rey de los Judíos” (Jn 19,19).

Podemos realizar un signo personal y / o comunitario pegando nuestros nombres nuevos sobre la cruz de Jesús. Dejemos a sus pies los carismas recibidos para construir comunidad.

Terminamos nuestra oración con esta canción inspirada en Jesús hablando de la misión que le encomendó el Padre y a la que lo impulsa el espíritu Santo (Lc 4, 18-19).


Aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús (Fil 1,6). Amén!!

[1] Una vida compartida, Anthropos, Barcelona 2007, 142. [2] Para profundizar esta reflexión podemos consultar la entrada completa de este blog visitando: https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Viernes-Santo-Quiero-Dios-abandones_7_1778292164.html

 


MARTES 14 DE JULIO


NUESTRO MODELO PASTORAL

Para aprender a amar y servir como discípulos misioneros de Jesús, debemos mirarlo vivir a Él y dar la vida, como Él. Él nos dará a conocer a su Padre y nos instruirá para ir a la misión con el sello de su estilo.


Jesús vive una vida “en salida” y nos muestra al Padre, un Dios en salida: el Padre lo envía y Él nos envía a nosotros (Jn 20, 21). La primera manifestación / revelación que vemos de Dios en la escritura es la creación. Luego, la Palabra de Dios nos muestra a Dios que sale de sí y quiere comunicarse con cada hijo e hija como hablaba con Moisés en la carpa del encuentro, cara a cara. El Padre quiere hablarnos como amigos. (Ex 33, 11).

El Papa Francisco nos invita también a ser una Iglesia en salida, y con las puertas abiertas: Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad. La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas. (EG 46-47).

Dios nos primerea: Él nos ama primero (1 Jn 4, 10), quiere estar con nosotros (Mt 1,23; Ap 21,3) y nos comparte su naturaleza divina. Dios trabaja “ya” en la realización de su designio, por la comunión entre nosotros hace don de la comunión con Él (1 Jn 1,3). Vemos como Jesús también primerea a la Samaritana al borde del pozo como o a sus amigos en las noche sin pesca (Jn 21, 4). Así, tomando ejemplo, el Papa Francisco nos invita a adelantarnos, a tomar iniciativas sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos (EG 24).

Dios privilegia a los pobres, de hecho, se identifica con ellos (Mt 25, 40). Así, “si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? … no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). … la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.” (EG 48)

Jesús se despoja, se abaja y hasta se humilla para acercarse a nosotros (Fil 2, 6-8). Nuestra acción misionera y nuestro compromiso con los pobres por lo tanto “no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino … (una) atención amante … una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis»[167]. El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor»[168], y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. … Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día.

La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual... necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. (EG 199-200)

Dios es creador y creativo y su creación es buena (Gn 1, 1-4). También nosotros estamos llamados a transformar la cultura y a “imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos” (EG 73). En el MCDE esto ha significado una variedad de servicios para nuestra diócesis (y ahora para el mundo a través de las redes sociales). Estos servicios se han materializado en formación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. También se ofrecen retiros y charlas, celebramos la Eucaristía y ofrecemos el servicio de Escucha en nuestra casa de Espiritualidad y Encuentro. Más recientemente, desde el año 2017, el Espíritu Santo ha inspirado en nuestra comunidad la obra del Centro Genesaret. En este video podemos ver cómo nuestro movimiento está respondiendo este llamado a la creatividad poniendo el amor en obras al servicio de los hermanos y hermanas en las periferias existenciales.

Testimonio:

 


MIÉRCOLES 15 DE JULIO

ESTAR CON JESÚS EN COMUNIDAD: Ensayando el Reino

La quinta dimensión es la dimensión de las habilidades sociales donde manifestamos nuestro don y nuestro estilo característico que es la fraternidad. La comunidad es escuela de fraternidad, donde aprendemos a amar como Jesús bebiendo de su amor. La fraternidad lleva tiempo, tiene historia, no se hace de la noche a la mañana. El evangelista Juan nos muestra el camino que recorrió Jesús: en su prologo nos dice que al encarnarse Jesús vino a los suyos, pero no lo conocieron (Jn 1, 11) sin embargo, después de haberles dado a conocer todo lo que oyó del Padre, los llama amigos. En la vida comunitaria Dios nos revela su amistad, una amistad que ama hasta el fin, un amor hasta el extremo.


La iglesia o la comunidad no somos un club de amigos que elegimos a Jesús, como vimos el lunes, él nos eligió a nosotros. Quizás por nosotros mismos no habríamos elegido a todos nuestros hermanos y hermanas de comunidad!

En el Evangelio de Mateo, Jesús enseña cómo debe ser la vida en comunidad (Mt 7,1-12). Para entrar a la vida comunitaria, Mateo primero nos ofrece varias puertas de entrada: Las bienaventuranzas (5,1-12).

Mateo 7,1-5: Nueva convivencia comunitaria: no juzgar Mateo 7,6: Nueva convivencia comunitaria: no despreciar la comunidad Mateo: 7,7-11: Nueva convivencia comunitaria: la confianza en Dios engendra el compartir Mateo 7,12: Nueva convivencia comunitaria: la Regla de Oro

La muerte es la prueba extrema del amor. Sólo Jesús en su vida y en su pascua ofrece el amor hasta la muerte. Por eso recibe del Padre la vida resucitada y plena del Espíritu a quienes se arriesgan a creer en Él y a confiar como Él. Para que el mundo sepa cómo ama el Padre, y cómo Jesús ama al Padre, ama hasta el fin. Él no sólo es capaz de morir por los amigos, sino también por los enemigos! El amor eficaz de Dios obra en la historia y se deja encontrar.

64 Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

65 Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

66 Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

67 Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».

68 Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

69 Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

70 Jesús continuó: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio».

71 Jesús hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era uno de los Doce, el que lo iba a entregar. (Jn 6, 64-71)

91: Un desafío importante es mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de una relación personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima a los demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos profundos y estables: «Imaginatio locorum et mutatio multos fefellit» [68]. Es un falso remedio que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad[69].

131: Las diferencias entre las personas y comunidades a veces son incómodas, pero el Espíritu Santo, que suscita esa diversidad, puede sacar de todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo evangelizador que actúa por atracción. La diversidad tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Esto no ayuda a la misión de la Iglesia.

Testimonio:

Te invitamos a escuchar a nuestra hermana Gabi Tejada que generosamente nos comparte el siguiente mensaje:

 


JUEVES 16 DE JULIO


El evangelista Lucas nos cuenta que “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,52).


Nuestro anuncio de ayer nos recordaba que la lección última de la vida no es sobre las cosas sino sobre las personas y nuestras relaciones es decir que hay que crecer en sabiduría respecto a las relaciones con las personas, las cosas y la creación. Esta dimensión del servicio nos invita a aprender del libro de la vida, como Jesús, a mirar la realidad de las personas y del Reino que se hace texto en la vida comunitaria.

Crecer en gracia es crecer en cercanía de Dios. Para ello les presentamos dos caminos. Uno, como enseña San Agustín: “busca a Dios en tu propia experiencia, allí en las raíces de tu propia identidad y en las raíces de tu propia intimidad allí es donde te vas a encontrar con Dios”. Aparte de no buscar a Dios fuera de nosotros, el otro camino es mirar la vida de Jesús de Nazaret: él es la forma humana con la que Dios se nos comunica.

Hoy nos vamos a detener en la realidad del dolor y de la cruz, donde sucede la humanización última de Jesús: se abre al sufrimiento, ante la burla de los soldados y del pueblo, pero Él responde con palabras de petición a Dios y de perdón. Es la gran buena noticia del Reino de Dios: la misericordia de Dios es más grande que su omnipotencia. La omnipotencia de Dios es que puede hacerse presente en las situaciones de dolor, que puede sacar bien del mal. Dios en las peores situaciones de la vida, nos abre a humanizarnos siguiendo el modelo de Jesús y esperar en Dios después de que hemos hecho todo lo humanamente posible. Aquí, desde la dimensión Pascual de nuestro movimiento, surge una nueva imagen de Dios: un “padre maternal” que nos trata con misericordia y nos pide que tratemos a los demás con la misma misericordia. La relación con los otros es lo que marca nuestro proceso de humanización. Jesús cambió el medio para relacionarse con Dios del judaísmo anterior a él: ya no será a través de la retribución sino de la misericordia: misericordia quiero y no sacrificio seamos capaces de vivirlo!

ORACIÓN

Preparemos el corazón para orar este anuncio pidiendo un corazón dócil a la enseñanza de nuestro querido Jesús, Maestro de Vida Resucitada, vida del Reino escuchando esta canción.


LECTIO DIVINA

Les proponemos orar con el siguiente texto del Evangelio: Mt 18,1-35.

Un modelo de comunidad en la que los discípulos viven desde la fraternidad, la acogida y el perdón.

Algunas claves para entender el texto

Mt 18,1-5: Quien sigue a Jesús debe vencer todo deseo de competición, de ser más que el otro. Esto significa frenar toda idea de división, de marginación de las personas, como si los otros, dentro de la comunidad, fueran adversarios o enemigos. No reproducir, dentro de la comunidad, los vicios de la sociedad.

Mt 18,6-9: Evitar el escándalo. Eso significa huir del antitestimonio y saber llevar una vida digna, como seguidor o seguidora de Jesús.

Mt 18,10-14: Saber acoger al hermano o a la hermana, saber buscar a quien se apartó. Preguntarse con sinceridad: ¿Por qué alguien sale de la comunidad?

Mt 18,15-18: La corrección fraterna. ¿Qué hacer con un hermano o hermana que erró o hizo daño a la comunidad? Hay caminos diferentes para la corrección fraterna.

Mt 18,19-20: La comunidad debe perseverar en la oración. Debe rezar siempre. La oración crea unidad.

Mt 18,21-34: Saber perdonar siempre, totalmente, con generosidad, sin límites. Un perdón radical y sin exigencias.

Mt 18,35: La conclusión de Jesús. Saber comportarse en la vida del mismo modo que lo hace Dios. Dios nos trata de la misma manera que tratamos a los demás.

¿Qué (nos) dice el texto?


La comunidad, por su testimonio de servicio, es luz para las naciones (cf. Mt 5,14). Ésta es la gran misión de la vida comunitaria. Cada comunidad debería testimoniar que la vida es revelación de Dios, y en la vida de esos hermanos y hermanas Dios se hace presente. El Reino ya es una realidad en la propuesta alternativa de este testimonio de vida.

Este texto resalta los valores que caracterizan a una comunidad de seguidores de Jesús.

a) ¿Qué valores se enumeran? ¿Cuáles encontramos en nuestra comunidad?

b) ¿Qué anti testimonio hay en mi vida y en nuestra vida comunitaria? ¿Tenemos una misión comunitaria? ¿Qué vicios presentes en nuestra sociedad encontramos en nuestra comunidad? ¿Qué podemos hacer para evitarlo?

Escribamos esto en un papelito anónimo. Los ponemos en una cajita o cacharro.

¿Qué respondemos a esta Palabra?

· Elijo una frase para poder repetirla y meditarla.

· Me comprometo a asumir (en comunidad) un compromiso para vivir mejor este Evangelio.

· Les proponemos realizar una celebración comunitaria de reconciliación. Pueden usar este esquema:

a. Nos ponemos en presencia de Dios rezando un Padrenuestro.

b. Cada hermano / hermana lee un papelito de los que pusimos en la oración personal (apartado b arriba).

c. Cuando se hayan leído todos los papelitos los volvemos a colocar juntos. Toda la comunidad levanta las manos sobre ellos para interceder por estos pecados individuales y comunitarios. Un hermano o hermana lee:

Dice el Señor:

«Volveré a edificarte y serás reedificado, palabra de Yahvé. Te he amado con amor eterno, por eso he reservado gracia para ti» (Jer 31,3-4).

«Yo sanaré su infidelidad, los amaré con largueza, pues mi cólera se ha apartado de ellos. Seré como rocío para Israel, él florecerá como el lirio y hundirá sus raíces como el Líbano» (Os 14,5-6).

d. Con la alegría de estar reconciliados finalizamos este gesto comunitario con esta canción.



* Si estamos orando esto individualmente, podemos rezar el siguiente Salmo:

ORACIÓN FINAL


SALMO 115

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

Amén!!

 


VIERNES 17 DE JULIO


ENVIADOS A PROCLAMAR LA BUENA NOTICIA DEL REINO

CON HECHOS Y PALABRAS


Ayer el anuncio nos hacía reflexionar sobre las comunidades que hacen suya la misión iniciada por Jesús, si viven las bienaventuranzas (Mt 5,1-12), si se vuelcan a favor de los pobres, y anuncian la llegada definitiva de Cristo (Mt 28,19). La misión de nuestras comunidades es continuar el camino abierto por Jesús repitiendo sus prácticas liberadoras. Primeramente veremos cuáles son esas prácticas al exterior de la comunidad y mañana profundizaremos sobre qué dificultades se presentan en la misión y cómo podemos enfrentarlas.

Vamos a orar este anuncio con dos textos. En primer lugar veremos Mt 4,23 qué hace Jesús, nuestro maestro de misión:

Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas,

proclamando la Buena Noticia del reino

y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

Este versículo está lleno de verbos de acción: vemos que Jesús recorría toda Galilea. El maestro no se quedaba esperando que la gente fuera hacia él. Para anunciar su mensaje se pone en camino: recorre aldeas y poblados, va hasta las ciudades. Su segunda acción es proclamar la Buena Noticia. Así, su anuncio descorre el velo que no deja ver el Reino ya presente en medio de nosotros. Esta palabra nos anima a escrutar la realidad y correr el velo para ver la bondad que yace en toda persona. Como Jesús, animémonos a soplar debajo de las cenizas de las observancias vacías de una religión sin fraternidad para que se encienda el fuego del amor que anima la vida!

Donde hay alguien dispuesto a escucharlo, Jesús transmite la buena noticia. Nosotros también somos invitados a anunciar la Palabra a tiempo y a destiempo (2 Tim 4,2): cuando vamos a la casa de nuestros amigos, en reuniones informales, cuándo vamos hacer una compra, cuando vamos de vacaciones, cuando estamos esperamos a ser atendidos, en nuestro trabajo diario y en nuestras casas… toda ocasión es buena para transmitir el mensaje de Jesús. Él no sólo anuncia la buena nueva, Él mismo es una muestra viva del Reino: en él aparece lo que sucede cuando alguien deja que Dios reine y asuma su vida.

Este texto también nos cuenta que Jesús nos revela el Reino no sólo con palabras sino curando. A partir del siguiente texto de (Mt 9,36-10,1.7-8) ahondaremos cómo Jesús pide lo mismo a sus discípulos:

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

Nuevamente vemos como Jesús se deja interpelar por lo que ve. Nuestra manera de ver está teñida de nuestros pensamientos y prejuicios y es la que dicta nuestra manera de proceder (Mateo 6, 22-23 ). Hermanos: ¿cómo estamos mirando el mundo y las personas? Si miramos con ojos fariseos sólo estaremos juzgando a los demás, si miramos buscando la corrupción y la paja en el ojo ajeno, quizás no tendremos respeto, amor y cariño hacia lo que vemos. Quizás veamos culpables donde hay víctimas y estas personas no necesitan oír más condenas sino conocer una vida más sana, que nadie les ha proclamado y nadie les ha mostrado cómo vivir. ¡No hemos sido enviados al mundo para juzgarlo sino para curarlo! (Jn 3,17). El único criterio que nos juzga a todos es haber amado a los que sufren (Mt 25, 3-46).

Jesús ve el dolor y no es capaz de ignorarlo, no puede pasar de largo sin hacer algo por aliviar el sufrimiento que lo rodea. No lo acobarda que sea una multitud, solo hace lo que sabe hacer: desde su compasión pastorea la porción de pueblo que le ha sido dada. Su compasión no es un sentimiento pasajero, de esa compasión sale la decisión de hacer algo: llama a otros para hacer comunidad de misioneros que pastoreen como él.

Tampoco le da miedo el abundante trabajo, sino que se confía a su Padre, que es el dueño de esos corazones. Él está arraigado en la confianza que le da su intimidad con el Padre: no olvidemos pedir a nuestro Padre lo que necesitamos para nuestra misión porque la misión es básicamente del Padre y nosotros somos solo trabajadores.

Jesús da a sus misioneros autoridad, pero esta autoridad no procede de un poder sagrado para que lo utilicen a su antojo. Es una autoridad para hacer el bien: para expulsar espíritus malignos o para curar enfermedades y dolencias. Este regalo de Jesús para hacer el bien es un regalo que nos ha sido confiado a todos los que somos llamados y debemos darlo gratis, pues gratis lo hemos recibido. Es don porque lo hemos recibido sin merecerlo, no puede ser adquirido con mérito alguno.

Jesús nos envía a predicar la cercanía del Reino que hemos aprendido en la comunidad viviendo las Bienaventuranzas. El Reino que es apertura al amor de Dios, a dar y recibir perdón, a convivir sin enjuiciamientos y sobretodo, privilegiado a los que más necesitan de nuestro consuelo y nuestra compañía. Pero este anuncio tendrá poder en la medida que vaya acompañado con gestos que pongan salud, vida y liberación en la vida de los hermanos.

Como discípulos del Resucitado estamos llamados a introducir vida en nuestros contextos. Jesús no manda a sus discípulos a cumplir ritos o prácticas religiosas. La primera tarea es proclamar que Dios está cerca de nosotros! Él quiere que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,10). Él quiere una humanidad feliz. Esto no se puede anunciar con discursos y palabras bellas, no se asegura con clases de religión. Jesús nos recuerda la manera de proclamar a Dios con la vida: trabajar gratuitamente por infundir en los hermanos nueva vida. Curar enfermos liberar personas de lo que le roba la vida y los hace sufrir, sanar el alma y el cuerpo de los que están solos, destruidos por el dolor y la angustia o por la dureza despiadada y egoísta de la vida diaria. Resucitar muertos de aquello que bloquea la vida y mata la esperanza, despertar el amor, la esperanza la confianza en Dios, la voluntad de lucha, el deseo de libertad o de justicia, limpiar nuestra sociedad de sus lepras: de la hipocresía, el convencionalismo estéril o la rigidez que impide la creatividad. Cumpliremos esta misión en la medida que ayudemos a vivir con más verdad, sencillez y honradez. Liberar a las personas de los demonios, que son esos ídolos que nos esclavizan y nos poseen pervirtiendo nuestra convivencia: éstas son las acciones liberadoras que nos manda a hacer Jesús con el anuncio del Reino de su padre.

Hoy somos invitadas e invitados a vivir como el Buen Samaritano: a detenernos en el camino del dolor de cada ser humano para ofrecer compasión y comprometernos a la fraternidad con los más pobres, con la justicia y con la paz. A vivir desde esta afirmación: “la fe que nos salva obra mediante el amor” (Gal 5,6). Así la misma fuerza que Dios usó para rescatar a Jesús de la muerte, actúa también en la comunidad a través de la fe (Ef 1,19-20). Así, la resurrección se repite y hace que el pueblo experimente la presencia liberadora de Dios en la vida diaria. Nada, nadie, ninguna autoridad es capaz de neutralizar el impulso creador de la resurrección.

Nuestra experiencia de la resurrección nos ilumina la cruz y la transforma en signo de vida (Lc 24,25-27); nos abre los ojos para entender el significado del Antiguo Testamento (Lc 24,25-27.44-48); nos ayuda a entender las palabras y gestos de Jesús (Jn 2,21; 5,39; 14,26); nos enseña a percibir y experimentar su presencia viva en la vida de hoy. Llevemos al mundo esta Resurrección dedicando nuestro tiempo a esas tareas que Jesús nos confía hoy.

Compartimos el testimonio de nuestra hermana Isabel Navas que nos cuenta cómo ha tratado de vivir este anuncio a lo largo de su vida.


 

JHR | Jesús Ha Resucitado!

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